5 de abril de 2017

Hay de todo y el Enola Gay


Así como cuando cruzamos las vías y viene un tren hay que tener cuidado porque, como dice un poema, one train may hide another [un tren puede ocultar otro tren], yo no me había puesto a pensar que podría haber otro motivo detrás de las dos bombas atómicas de Estados Unidos contra Japón, al margen de lo estrictamente bélico. Yo creía que las dos bombas de Truman eran una especie de mal necesario para la lógica de aquel entonces: de un tirón, borramos unos cientos de miles de personas del mapa y así le ponemos fin a la guerra. Pero no. Hay que tener cuidado: con las bombas y con las explicaciones. Las primeras sirven para morir; las segundas, para vivir; pero exactamente, para vivir en un determinado estado mental: "era un mal necesario".

Con la suerte de la guerra ya decidida en favor de los Aliados, parece que Truman quería impresionar a Stalin (y al mundo). Ambos líderes ya olfateaban el futuro bipolar. Y claro que era difícil de impresionar el tipo de los bigotes impasibles; digamos que ya estaba acostumbrado a los gajes de la pólvora. Hacía falta una novedad para sacudir a Iósif: el poder atómico. Make it new, Harry. Si es nuevo, dos veces bueno. 

Hay una explicación al alcance de la mano para todo, o para casi todo. Esa explicación es la primera que nos llega, y es la que nos deja tranquilos: así es como tiran dos bombas atómicas, o nos aumentan el gas un 200%, y nosotros nos quedamos tranquilos. Porque la guerra, porque Pearl Harbor, porque el sinceramiento, porque qué se le va a hacer. Es espantoso que se tiren bombas atómicas, pero la idea de que se tiran con una cierta lógica, en el fondo, nos tranquiliza. Estados Unidos está en guerra contra Japón. Estados Unidos ataca Japón. BUM. Guerra é finita. Unos ganan y otros pierden. Y lógicamente son los nazis, los malos, los que pierden. Bueno, y Japón, pero Japón queda muy lejos. Nos encanta el juego del TEG. Pero no. Estados Unidos no ataca Japón. Estados Unidos habla. Se pavonea. Y ataca sólo porque el costo-beneficio le cierra: es otro tipo de lógica, pero más difícil de tragar que la convencional. Para nosotros, los espectadores, hay un segundo horror, después de las bombas, que es que hay una segunda explicación después de la primera. Descubrir que el ataque en realidad puede ser apenas un mensaje, y que el destinatario es todo el mundo excepto los destinatarios directos del mensaje (los japoneses), realmente nos embarra la cancha. Está el juego del TEG, por un lado, y están sus explicaciones, por el otro. Pero las dos cosas están juntas, aunque una esconda a la otra, como en el caso de los trenes.

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Mensajes. Uno escribe en público por las redes sociales a una persona que ama o a una persona que está muerta, y es para que lo lea alguien en especial o todos, quizá, todos menos el destinatario oficial del mensaje. Es para que lo lea cualquiera menos a quien va dirigido. Messi putea al árbitro, Messi, el de la conducta intachable, un jugador en quien una actitud así no puede ser leída como un caso más del folclore futbolero. "Messi nunca fue expulsado", dicen. ¿Habría puteado al árbitro si no hubiese estado jugando en Argentina? ¿Si no lo hubiesen estado filmando? En esa tradición tan nuestra de fagocitar a los ídolos exigiéndoles cualquier cosa, quizá a Messi le estuvimos pidiendo durante años este aguante, este autodestruirse por una pasión. Y Messi se largó solito, insultó al árbitro nomás, como en una especie de rito iniciático de la argentinidad (el otro sería su opuesto o complemento: "Hacete amigo del juez"). Pero el destinatario de la puteada era lo de menos. Por eso, el árbitro coherentemente afirmó que no había recibido ningún insulto. Quizá era un sabio y comprendió que el mensaje no era para él, sino para satisfacer las demandas de nuestro sentido común. Y encima nos regaló un penal. Un capo, el árbitro.

Mensajes. Cualquiera puede ser el destinatario, menos el destinatario. Amor, odio, despliegue de poder. Hay de todo. Lo que es común en todos los casos es que el destinatario es una excusa. Hiroshima es una excusa para que a Stalin finalmente se le crispe el bigote.

Hay de todo y el Enola Gay, decía Calamaro, en alusión al avión que tiró la bomba sobre Hiroshima. Pero el Enola Gay quizá sea, en menor escala, lo mismo que ese de todo. Las bombas y los mensajes no son lo que parecen, no apuntan a quienes parece que apuntan. 

Otras veces ni siquiera parece haber mensaje, o una explicación al alcance de la mano. ¿Por qué el gobierno argentino, mientras toma deuda y recorta en educación, le compra tanto armamento bélico a Estados Unidos? ¿Por culpa del kirchnerismo? No es tan fácil encontrar la excusa. Y necesitamos que nos mientan, así nos sentimos un poco valorados. El otro día un padre mató a un técnico de fútbol infantil, llevando al extremo (y para que Messi tome nota) el rito iniciático de la argentinidad futbolera. Y el otro día en Caballito un tipo mató a puñaladas a otro en la calle. Sin motivo. Cuando leía la nota, pensaba en los familiares de la víctima, pensaba en el momento en que se enteraron de la muerte, primero, y cuando supieron de la falta de móviles, después. ¿Es un poco exagerado pensar que la segunda noticia, el hecho de que no hubo motivo, es casi tan trágica como la primera? Cuando yo me enteré de lo que pasó, buscaba en la noticia el motivo con ansias: un robo, un asunto personal, una discusión, algo, lo mínimo que fuese, pero algo. Pan y explicaciones queremos. ¿A quién mató el tipo en realidad? ¿En qué se convierte un asesinato cuando la víctima podría haber sido literalmente cualquier otro?

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Hoy es 5 de abril, y el fin de semana fue el turno de hablar un poco de los caídos, ya agotado el tema de los desaparecidos (somos grandes creadores de participios). Después, generalmente vienen los huevos, según el año, y luego las fechas patrias que generan consenso en todos. 

¿Cómo se explica Malvinas? No lo sé, pero seguramente no por el lado del heroísmo. Y entonces también pensaba estas cosas porque, por ejemplo, a un soldado de Malvinas probablemente le resulte difícil entender que tal vez no se sacrificó por la patria, sino por motivos menos refulgentes. Malvinas es Hiroshima, o el tipo que mataron en Caballito, o el árbitro de Argentina-Chile. Destinatarios  aleatorios. 

¿Y el piloto del Enola Gay? ¿Habrá sabido por qué apretó el botón? Stalin, seguramente sí.