Siempre me llamó la atención esa frase que dice que el tango te espera y
su otra versión: el tango te llega después de los cuarenta. Más que llamarme la
atención, siempre me incomodó y la miré (escuché) con recelo, como
protegiéndome; aunque a la vez dándole la importancia que se le da a un
adversario despreciable pero prestigioso.
Seguramente es verdad la frase, pero no veo en eso tanto mérito. Tiene algo
de amenaza que no me gusta, como si una estereotipada voz tanguera dijera: “Daaale
nomás, pibe. Seguí viviendo tus primaveras que total, el tango te espera”. Con versito
y todo. Podría ser el remate de una canción de Julio Sosa. Como quien dice, con
total verdad: “Que total, te vas a morir”. Con total verdad, pero no sé si
razón.
El tango siempre me gustó. Cuando era chico, me acuerdo de que los domingos iba a Capital en auto con mi familia, al cine a ver algo de Disney, a Mc Donald's, al
shopping o a esas cosas que hacían las familias en los noventa, y que siguen
haciendo, mal que le pese a la década ganada. Cuando cruzábamos el puente Pueyrredón y entrábamos en la gran urbe, la
sensación era aplastante: un poco a la manera de los Simpsons cuando llegan también
en auto a “ciudad capital” y se maravillan por las luces de neón y los altos
edificios. Y a la vuelta, claro, la cosa se ponía tanguera. Flotaba en el aire del auto esa cosa triste de mañana es lunes. Cruzando el puente,
me lo imaginaba a Gardel en el atardecer, sentado conmigo y con mi hermana en la parte de atrás del auto:
la ñata contra el vidrio, mirando el Riachuelo y cantando, o más bien susurrando: Mi Buenos Aires
querido, cuando yo te vuelva a ver…
***
No me gusta del tango su misoginia, ni tampoco su fatalismo autocomplaciente,
excesivo y cómodo. Muchas veces pensé (quizá para convencerme de que estaba madurando) que el tango era una bella queja de un señor de 60 años que se salteó
convenientemente la adultez. Se hizo el dolobu, y ahora sufre mucho. Misoginia,
fatalismo. El tango también es eso, mal que nos pese. ¿Pero
sería justo pedirle a un género musical otra cosa que no sea reflejar la
cultura que lo crea?
Es que no puedo pensar en otra ciudad o cultura tan identificada a un
género musical como la nuestra. ¿Lisboa y el fado? ¿París y Edith Piaf? No
sé, escucho ofertas. Incluso Montevideo, la otra capital tanguera, tiene el
candombe, que le pelea el papel protagónico al tango y creo que le gana.
Acá se escuchan mil tipos de música. Pero hay algo que, pese al paso del
tiempo, une íntimamente a esta ciudad con el tango. Se lo sigue viendo en la
gente, aunque escuche hip hop o lo que sea. Se lo ve en una oscura persistencia
del machismo (en hombres y en mujeres). O en la añoranza del pasado, o en las ganas de vivir afuera, sólo
para después poder cantar con fatalismo autocomplaciente, como en este tango:
Tirao por la vida de errante bohemio
estoy, Buenos Aires, anclao en París.
Como si el bohemio desterrado que cómodamente ve la nieve parisina tras la ventana no pudiera hacer el intento de juntar unos mangos y volver. Y luego exclama y lamenta con visible histeria, como quien deja a la novia y después vuelve para acosarla con mensajitos de WhatsApp desconcertantes:
Lejano Buenos Aires, ¡qué lindo que has de estar!
Ya van para diez años que me viste zarpar.
***
Pero no quiero ser tan criticón. Me pasan otras cosas también: ya de
grande, la otra noche, también en un auto, esta vez en un taxi. También era domingo. Íbamos con
mi novia atravesando las nocturnas calles de la fría Buenos Aires de estos días,
y el taxista escuchaba la 2x4, la famosa radio de tango (ignoro si
hay otras). Habían puesto un tema de Piazzolla. La música se desplegaba no por el interior del coche, sino por la
noche porteña a través de las calles de Almagro y Caballito, y tuve la
sensación de que el tango era eso, la ciudad misma. El tango era lo que iba creando
las calles a su paso, o lo que iba creciendo con las calles a su paso: avenidas anchas e infinitas, calles con semáforos y
callecitas empedradas cuajaban todas perfectamente en la red sonora que tejía
la radio.
Y exagerando las condiciones climáticas, pero no la sensación, me acordé
del final de un tango que compuso Kevin Johansen sobre la nieve que cayó en 2007:
Nieva en Buenos Aires,
y por un momento
corre un sentimiento, amo esta ciudad.
Nieva en Buenos Aires,
y por un momento
corre un sentimiento, amo esta ciudad.