4 de enero de 2011

La muerte en Ostende

A veces creo que contar algo que nos pasó es como ordenar la casa para cuando vienen visitas. De repente caen nuestros tíos del interior y mamá se pone como loca, quiere que ordenemos. Uno tiene todo despelotado: entonces hay que ordenar, hay que mentir. Del mismo modo, alguien nos va a escuchar o a leer, pero nuestro pasado es una montaña de calzoncillos y medias sucias: hay que ordenar, hay que mentir. En realidad, mamá y nuestros tíos visitantes nos están pidiendo belleza. El que escucha nuestra historia también. ¡Belleza, nene! Por eso es que, desde que soy escritor, también soy una excelente ama de casa.

1 de enero de 2011

Mamá, papá... soy uruguayo

Todo argentino tiene la costumbre de admirar irracionalmente a otro pais. No sé qué nos pasa. Parecería que no nos bastara con el nuestro. Así, tenemos argentinos afrancesados (a patadas), pro-yanquis, cubanoides o fanáticos del sushi japonés. Siempre tenemos largas colas en las embajadas y consulados, incluso en épocas de vacas gordas. Bueno, como yo también soy argentino, no puedo ser la excepción. Y a mí me pasa con Uruguay.