15 de octubre de 2016

Cuatro veces cielo - @lacallejuelasinfin

Instagram @jpp_888

Me habían puesto en la habitación 669, con vista al patio interno. "Todas dan al patio interno", me había aclarado el conserje en la recepción, cuando me dijo que podía elegir qué habitación prefería. Dejé mi maletín sobre la cama y me asomé a mi ventana. Contemplando el patio interno, imaginé al arquitecto que había ideado semejante construcción. Después miré el cielo y sus nubes casi cuadriculadas. No era un paisaje muy distinto: imaginé al arquitecto que había ideado semejante construcción. Intuí que en esas nubes vivirían seres para los que el cielo seríamos nosotros, y que verían desfilar, por ese cielo, ventanas como las nuestras. Admirarían nuestras ventanas y les inventarían formas. Entendí que las nubes nos resultan bellas sólo porque no están fijas. Hubo un olor a primavera, y me asombré de la existencia de ese olor en esos mundos de ventanas. Después hubo más abajo un ruido, a ventana que se abre para afuera y de golpe, como el tic nervioso de una flor.

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Algunos se quedaban. "Yo sufro más", anunciaban, orgullosos, casi hábiles, golpeándose el pecho. Otros, más moderados, más escépticos, no se anotaban en esa competición de reglas extrañas. Salían a la esquina de sol. Y ahí el único límite, la única regla era la sombra que estaba a la vuelta. 

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¿Qué hay detrás de las ventanas? Los arquitectos las crearon para poder mirar hacia afuera, pero no se habrán dado cuenta (o sí) de que a la vez estaban creando algo más retorcido, la indiscreción, o sea, poder mirar hacia adentro. Algo parecido ocurre con nuestra aptitud para la psicología, ese extraño momento en que los dioses de la naturaleza se retiran y lo interior ocupa el protagonismo. Y poco es lo que pueden evitar, en cada caso, la cortina o el velo de la conciencia, al margen de que para colmo generan el efecto no deseado: el aumento de la indiscreción.

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En la ventanilla con hollín de un bondi que pasó, vimos nuestro reflejo. Y se fue rugiendo hacia la policromía, la fantasmagoría de la ciudad. A veces es la ciudad saturada. Y esas veces ocurre. Como una hipótesis, como una distracción de nuestros pies, aparece una luz improbable. Si los pies están cansados, esa luz brilla más. Si es un sol o qué, si es que sube o baja detrás de la calle, eso es algo que no podríamos comprender. 

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