29 de julio de 2010

El mismo amor

Amante. —Ella siempre me habla mal de vos. Se queja.

Marido. —De vos me habló una sola vez. Me dijo que la habías confundido, pero que ya se le había pasado.

Amante. —Ah. Y, sin embargo, yo siempre le hablo bien de vos. No sé por qué.

Marido. —Vos nunca me caíste mal tampoco. Pero la vida nos puso en guardia, qué vamos a hacerle.

Amante. —¿La vida?

Marido. —Bueno, ella.

Amante. —Ah. Ella.

Marido. —A ver, ¿qué le decís de mí?

Amante. —Básicamente, que sos un buen tipo. Antes lo hacía para aplicar la psicología inversa, para humillarte, pero después lo empecé a pensar de verdad.

Marido. —¿Me tomás por boludo?

Amante. —No. 

Marido. —Ah. Sí, vos no sos malo, tampoco. 

Amante. —No, solamente las cosas se dieron así.

Marido. —Claro, yo he estado en tu lugar también.

Amante. —Es el más divertido, ¿viste? Pero no te creas que no se sufre.

Marido. —De sufrimiento sabemos bastante los dos: la vez que me habló de vos, me contó que eras de Racing, como yo.

Amante. —Ya lo sabía, eso me dolió. Mirá, en otra vida podríamos haber sido amigos.

Marido. —Sí.

Amante. —Academia querida…

Marido. —Mirá, Guillermo, no quiero que la vuelvas a ver nunca más.

Amante. —Bueno. Vos tampoco.

Marido. —Trato hecho.

Amante. —¿Pido la cuenta? Yo pago. 

Marido. —Esperá que ya arranca el partido y lo transmiten. 

Amante. —Dale, mejor pido unas birras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario